Nacional 260, un museo en forma de carretera

Los asiduos al turismo por carretera saben bien que no todos los caminos son iguales, ni siquiera parecidos. Algunos, además de cumplir su función de llevarnos de un punto a otro, son un destino en si mismos por la cantidad de atractivos que esconden sus curvas. Una especie de museos abiertos donde el paisaje  es la pieza fundamental.

En España tenemos buenos ejemplos de ese tipo de carreteras, y probablemente la N260 se encuentra entre las más atractivas de la lista. No solo porque nos adentra en territorios plagados de historia, donde cada piedra cuenta algo de lo acontecido allí hace siglos, sino también porque el propio camino esconde tesoros y cada curva se convierte en un mirador.

Una ruta que no hace más que confirmarlo es la que va desde Puigcerdá hasta Pont de Suert atravesando entre otras poblaciones Bellver de Cerdaña, El Pont de Bar, la Seu de Urgel o Sort en un viaje de unos 160 kilómetros entre las provincias de Girona y Lleida. En él, las siluetas de las montañas forman una panorámica espectacular en la que la orografía juega con la carretera para deleite del autocaravanista, que probablemente se sentirá tentado a parar en decenas de lugares.

Sin ir más lejos, en el punto de partida, Puigcerdá, en la ribera del río Segre, donde los aficionados al románico encontrarán un verdadero tesoro. Puentes, iglesias y torres de piedra se suceden en un escenario al que no le falta de nada para cumplir con las expectativas del visitante. Ni siquiera un lago donde relajarse. Entre los imprescindibles, la Iglesia de Sant Julià, el Portal del Santuario de la Mare de Déu de Quadres y el Hospital, uno de los edificios más antiguos de la villa.

Siguiendo la N260 nos adentramos en el valle de Ingla, el mismo que, según cuentan, inspiró La cruz del diablo de Gustavo Adolfo Bécquer. Antes ya había impresionado a otros, y prueba de ello son sus famosas muestras de arte rupestre, en las que nuestros antepasados dejaron su particular visión del valle.

La siguiente parada casi obligada es Bellver de Cerdaña, una localidad en la que se respiran aires medievales entre calles de piedras que merecen una visita sin prisa. El barrio antiguo, también llamado de la Plaza, es un lugar con magia al que querréis volver. A los aficionados a las buenas vistas les aguarda muy cerca El Serrat del Mirador, una loma situada a más de 1.700m de altitud y también un mirador excepcional del valle de la Cerdaña y de buena parte de los picos del Pirineo central catalán.

Siguiendo camino por la N260 y las cuencas de los ríos Segre y Valira, vamos adentrándonos en Alto Urgell. Hay varias localidades que merecen una parada, lo difícil es elegir. Pero una apuesta bastante segura es El Pont de Bar, antigua tierra de viñedos que ahora acoge un museo del vino donde se cuenta parte de su historia. También es un lugar perfecto para observar una estupenda panorámica si se visitan los restos del antiguo castillo de Aristot.

Aún nos queda la Seu de Urgel, una de las grandes sorpresas del viaje. Allí nos espera la única catedral románica que se conserva en Cataluña, además de las calles porticadas, el parque del Valira o el museo diocesano entre otros atractivos que no defraudan. Y un poco más adelante, Sort, donde hay que subir al castillo de los Condes de Pallars, otro lugar con estupendas vistas, estas de los cerros de la Costa Negra. Si hay tiempo, no dejéis de visitar el original museo de las Mariposas de Cataluña y aprender algo más sobre ellas.

 

Para cerrar la ruta, la última parada de nuestro trayecto es Pont de Suert, una villa medieval que nos trasporta al pasado con más de una curiosidad. Por ejemplo, su iglesia, originariamente románica, ahora convertida en la llamada iglesia nueva: una sola nave cubierta con bóvedas de rasilla. Una sorpresa más en la ruta de la carretera perfecta para el viajero.

 

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